La semana pasada quedé con una amiga en el Corte Inglés y aprovechando el día de Sant Jordi, pues que quedaba con Lucia* (*nombre no ficticio), bicho raro cuyos gustos literarios sobrepasan del típico libro de cocina o la etiqueta del champú de turno le compré un libro y una rosa.
-Ostia, direis algunos, que te regalen un libro puede ser una putada, porque seguro que quieres que esa Lucia lo lea...
Tenéis razón, el motivo por el cual yo suelo regalar un libro es para que la persona lo lea, no voy a intentar mentir, porque enfin, las cosas se hacen para algo, pero si no le gustase leer tampoco le hubiese comprado un libro..., porque para que acabe el libro debajo de la pata de una mesa que baile, pues...
Pero en eso de comprar libros uno no es experto, porque mis amigos
o no son muy lectores o directamente prefieren ir al cine una vez hecha la película correspondiente.
Entrando en el Corte Inglés siempre tengo que recordar el acoso sistemático al que fui sometido unos años antes por una obra de arte de sexo femenino del ser humano.
Se te acerca por detrás cual felino acechando su presa para, en el momento preciso dar un salto y atrapar su presa.
Cabe destacar que los señores del Corte Inglés las escogen de una cadena
de montaje que tienen en sus almacenes, alteradas genéticamente sin defectos visuales alguno, siendo ellas habiles lectoras de la letra pequeña aparte de hipnotizadoras, porque una vez que ellas te pregunten ese Tiene ya hecha la Tarjeta de el Corte Inglés, uno ya no puede apartar la vista de ellas.
La tarjeta realmente carece de importancia, simplemente uno no quiere que pase ese contacto visual entre tu y ella (la mía se llamaba Mónica) y te olvidas que ibas a entrar solo un minuto para comprar un filtro para la cafetera de tu madre.
Bueno, a lo que iba, tras acecharme cual Testigo de Jehová un viernes por la mañana, Mónica dió el salto y me atrapó y no sé si fue su mirada cautivadora, su escote generoso o su sonrisa compuesta por dos filas de dientes alineados perfectamente lo que me hizo solicitar la maldita tarjeta de El Corte Inglés, dejándome ella su número de móvil (que aún tengo grabado en la agenda del móvil), por si me surgiesen preguntas...
Evidentemente a la Monica no la he vuelto a ver. por desgracia, y eso que ahora que tengo la tarjeta de El Corte Inglés, paso más por ahí..., pero nada, no la ví ni en el Hipercor, ni en la sección de perfumería, zapatería, moda, informática o deportes.
En la libreria tampoco andaba la semana pasada. Que habrá sido de ella?
Pues nada... que uno después de estar acostumbrado a las facilidades que te dan los del triángulo verde para probar y reprobar el producto que uno quiere se metió en la sección de literatura y empezó a ojear un libro de esos de más de 20 paginas y sin dibujos. Pues nada..., unos cuantos minutos mas tarde pasó una de esas personita
s alegres y amables que se ofrecen su ayuda. Como me considero autosuficiente rechacé esa oferta amable y continué ojeando el libro..., pero como dos minutos más tarde volvió con la misma pregunta le respondí:
-"No gracias. Aún no he decidido si me lo compro o no. Lo estoy ojeando por encima. Si veo que me gusta la trama lo compro y si no no lo compro."
Esa reflexión mia no le pareció hacer mucha gracia, porque la cara que puso me recordaba a un problema mío de gastroenteritis que acababa de pasar que no viene al cuento.
-"Eso no lo solemos ver por aquí." respondió ella.
-"Pero Usted no conoce el dicho de que no se debe juzgar un libro por la portada?"
A lo que se quedó con cara de pocos amigos, por lo que decidí cortar por lo sano y llevarme el libro, no sin arrancar de la señora vendedora una expresión de satisfacción cambiandosela a otra expresión parecida a la anterior al pedirle la versión en gallego del libro.
Creo que si le hubiese dado un bofetón no me habría mirado con peor cara...
En un primer momento no quiso cambiarme el libro usado ya manoseado y con unas treinta paginas más leídas, pero al percatarse que la versión gallega era 2€ mas cara no me puso ningún impedimento. La calidad se paga, pensaría...
2 comentarios:
non compres nunca libros no Corte inglés por moi grato que te resulte a compaña ou conversa das dependentes...son mais caros e ademais non son unha librería.....É como ir a mercar puntas ao corte inglés (e non a unha ferretería) ou cousas similares. Xa sei que é comodo, rápido e molan as rapazas pero cada cousa no seu sitio. Os xornais no kiosko, os cafés no bar, os petas ao camello....é dicir, á xente de confianza, ao minorista. Mais calidade de servizo, mais barato e no seu sitio.
PD: E que odio aos do Corte Inglés-
Eu tamen... sobre todo depois de que me puxera a mala cara cando lle pedín o libro en galego.
Miraba como se queria preguntar: "el gallego también se escribe"?
:-P
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